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La voz y la maestría

(Presentación de la colección de audios de seminarios y coloquios del 2004/2006 de la Maestría en psicoanálisis)

“Por obra de un maligno artificio que se llama doblaje (Hollywood) propone monstruos que combinan las ilustres facciones de Greta Garbo con la voz de Aldonza Lorenzo (…). Quienes defienden el doblaje razonarán (tal vez) que las objeciones que pueden oponérsele pueden oponerse, también, a cualquier otro ejemplo de traducción. Ese argumento desconoce, o elude, el defecto central: el arbitrio injerto de otra voz y de otro lenguaje. La voz de Hepburn o de Garbo no es contingente; es, para el mundo, uno de los atributos que las definen”. De este modo Borges nos avisaba[1], antes de la unción de Lacan de la voz como objeto a, que la voz es parte del cuerpo, intersticio suspendido entre nuestro cuerpo y el otro; que el artificio de sustituir la voz y el idioma a través del doblaje construye un monstruo y nos aleja de algo determinante del cuerpo, del modo y el estilo del arte encarnado en Garbo o Hepburn, de la transmisión misma de su arte. Un simple ejercicio nos haría medir hasta el escalofrío el alerta de Borges: imaginemos ¡una conferencia de Hanna Arendt con la voz de Mirtha Legrand o Lilita Carrió! o ¡una filmación de las clases de Lacan con la voz de Luis Majul o Facundo Manes! Sé que es un abuso ilustrativo, pero con una efectiva verosimilitud de la monstruosidad señalada por Borges. Por otra parte que estas voces se produzcan en la andadura del lenguaje, de un lenguaje, no equivale a una unidad. Escuchar la voz de profesores en seminarios de no hace demasiado tiempo, aunque el suficiente para que una memoria ya sea requerida, discursos que ya cuentan con la ausencia, o porque ya no están o porque simplemente dejaron de participar, resulta una interesante experiencia con el discurso de aquellos que abrieron la historia de la maestría. Apreciar y comparar el sutil encaje que existe entre la oralidad del estilo y su paso a la escritura, pero también lo que de la voz se pierde en la escritura (pérdida por supuesto recíproca).

La invención del fonoautógrafo o, inmediatamente, del más efectivo fonógrafo de Edison en 1877 como los primeros artefactos que dejan registro del sonido de la voz o de los instrumentos ha llegado en la historia con un destiempo, no me refiero sólo a la ventaja cronológica de la fotografía, sino a lo que esto marca de la estructura de las distintas pulsiones: conocemos, aunque sea aproximadamente, el rostro de Napoleón o de Sócrates antes del invento de la fotografía, pero nada sabemos de sus voces. Todavía conservo la sorpresa de la primera vez que escuché la voz de Freud, que me resultó, seguramente aumentada por las distorsiones de la cinta magnetofónica, excesivamente aguda, como si contrastara con la gravedad adjudicada en la lectura en español, y también en las palabras/conceptos en alemán que hemos aprendido a balbucear. Ponernos en contacto con la voz de un discurso seguramente dice algo más o trasmite algo diferente, en su ritmo, en su respiración, en la complicidad coloquial, que la distancia de la lectura. Es por eso que he querido rescatar y poner a disposición en la página de la maestría las voces de aquellos profesores iniciáticos de una modalidad de enseñanza que transita en el filo del psicoanálisis, de lo no enseñable que posee y de la academia. Con estas grabaciones entramos en contacto con un criterio diferente al seguimiento didáctico de un seminario. No sólo por lo fragmentario que puede resultar este material fónico, su valor no reside en lo pedagógico de un curso completo, no es por una larga secuencia en su desarrollo, por cierto cortado por fragmentos ya con la simple vuelta para grabar de la cara A a la B de los cassettes, sino porque esos fragmentos no dejan de ofrecer la argumentación de un pensamiento vivo y una luminosidad sobre los conceptos que de algún modo nos recuerda también el carácter fragmentario de la argumentación ensayística.

Estamos lejos del primigenio análisis de Derrida que condenaba a la voz como extensión física de la conciencia, amparado en el sintagma poco analizado, capturado por aspectos de la fenomenología, de ‘la voz de la conciencia. La voz de un discurso trasmite sin duda algo pulsional de quién habla, incluso algo originario del estilo que de esos mismos profesores encontramos en sus textos, ambos exceden al yo, y con ello también lo que estas voces introducen como huella de una ausencia o, más bien, como titulaba Nicolás Rosa uno de sus libros: la lengua del ausente.

Estas grabaciones dan cuenta además del modo inicial con que, durante el año 2003,  con Juan Ritvo y Alberto Giordano fuimos imaginando la maestría, incluidos por supuesto algunos desacuerdos, pero en la coincidencia de que la elección de los seminarios estuviese precedida, no por la neutralidad de un plan de estudios, sino por las características de los profesores, por la decisión en cuanto a su discurso y su nombre propio.

Estoy contento de que puedan entonces ponerse a escuchar la voz de Nicolás Rosa, en su seminario de Literatura y psicoanálisis, con su oralidad intimista, multireferencial, desordanada, en contraste, por ejemplo, con la voz enfática, de prolija didáctica, de Silvia Amigo en el seminario sobre Neurosis narcisísticas. Las intervenciones de Jorge Jinkis en el Coloquio, excepcionales para su renuencia a ese tipo de eventos. Las voces inolvidables de Luis Giunipero o de Pura Cancina.

Son muchos los profesores que han sido grabados y comenzaremos por un grupo, no menor, de clases y nombres: Horacio González, Silvia Amigo, Nicolás Rosa, Jorge Jinkis, Rafael Paz, Hugo Vezzetti. Y le seguirán en un tiempo las grabaciones de Luis Giunipero, Pura Cancina, Alicia Alvarez, Carina Basualdo y David Krezses. Y también Enrique Monte, Héctor Yankelevich, Pablo Zöpke, Esther Díaz de Kobila, Irene Friedenthal. Por el momento he excluido las clases de aquellos profesores que aún seguimos desarrollando los seminarios actualmente en la maestría (Edgardo Haimovich, Miguel Ferrero, Juan Ritvo, Alberto Giordano, Héctor Franch, Nora Trosman, Carlos Kuri, Isabel Steinberg y Lili Baños).

Digamos finalmente el agradecimiento a la psicoanalista y Magister de la carrera de aquella primera cohorte, Mabel Cardozo, que conservó cuidadosamente estas cintas durante años, demostrando que resulta imprescindible para la memoria la tarea del archivista que sabe de qué se trata.

Carlos Kuri


[1] Borges, J. L.: “Sobre el doblaje”, en Discusión (1932), en O. C, Emecé Editores, Buenos Aires, 1974.

Acceder a la carpeta con los audios

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